COMO CRECER JUNTO A UN ROSAL
Nelson Pérez Noguez - AUR, filial Este
Hola, muchos me conocen, otros quizás no, soy apasionado de las rosas y me he dedicado mucho a su cultivo, he estudiado mucho acerca de ellas lo que me llevo a ser miembro de la Asociación Uruguaya de la Rosa, a la cual me uní con el afán de aprender más de ellas, ese mismo afán de cultivar nuevas variedades me llevó de tener 10 rosales a 125 hoy día (si fuera por mi tendría más, pero el espacio físico en mi jardín me lo impide). Con la gran variedad de rosas mi jardín fue cambiando de forma, por lo cual siempre el trabajo arduo estaba y está a la orden de día y más aún cuando no solo cultivas rosas para disfrutarlas en tu jardín, sino también a exponer anualmente. Para exponer un ejemplar hay que seguir una serie de reglas, y siempre se hace énfasis en la sanidad del ejemplar, y es aquí donde todos intervenimos, deliramos si nos encontramos con algún tipo de plagas en el rosal antes de la exposición; las plagas al rosal lo adoran unas más que otras, los hongos cuando despiertan los primeros calores en la primavera, y luego los pulgones cuando el más preciado de los tesoros comienza a manifestarse, si, los pimpollos! capullos de pura belleza, por lo que siempre me concentré en mantenerlas sanas y libres de estos atacantes, mi artillería siempre fueron los químicos, al principio compraba lo que me recomendaban, por lo general insecticidas y fungidas de contacto, que tenía que aplicar cada 15 días, más tarde, descubrí los sistémicos que me daban más resultado pues una aplicación al mes era más que suficiente para mantenerlos a raya y mantener a mis rosales en su esplendor, y llegar a exponer los mejores ejemplares. Así logre el primer año obtener el premio de Rey de la Exposición, algo realmente que sorprendió, ya que nunca me lo esperaba, recuerdo que alguien me dijo, “nene, te has llevado una cantidad de premios en tu primer año, ya no tienes nada más que aprender”, al principio me dije: “que fabuloso que alguien tenga esa concepción acerca de mi desempeño al cultivo de las rosas.” al principio y hasta hace un tiempo atrás.
Ya a partir del segundo año comencé a agregar otros conocimientos en el cultivo, incorpore materia orgánica al suelo (abono de caballo del campo cerca de mi casa, cama de caballo de un establo conocido y en ocasiones hojas de los arboles) y seguía con mis aplicaciones de pesticidas y fungidas químicos, mi jardín estaba impecable, mis plantas fuertes porque seguía alimentándose felices con fertilizantes químicos y un poco del orgánico generado mismo por la descomposición del material orgánico que les aportaba durante el invierno, pero... no habían insectos, y con esto digo: ninguno! No pulgones, no abejas, no mariposas, y por consecuencia tampoco otro animal que dependiera de ellos para subsistir.
Comencé a ver que otros socios no utilizaban fertilizantes químicos ni pesticidas, insecticidas, etc, ellos, habían tomado esa decisión para ayudar al medio ambiente y por consecuencia a nosotros, para eso se valieron de lo que la naturaleza dispone, incorporaron otras plantas entre sus rosales con el fin de crear un efecto alelopático favorable (fenómeno biológico por el cual un organismo produce uno o más compuestos bioquímicos que influyen en el crecimiento, supervivencia o reproducción de otros organismos, estos fenómenos pueden conllevar a efectos benéficos (alelopatía positiva) o efectos perjudiciales (alelopatía negativa) a los organismos receptores), pensé: “sí que da resultado esto, pero se demora mucho tiempo, y es más efectivo como lo estoy haciendo yo”; pasó un año más, y nuevamente en invierno aboné de manera orgánica como ya lo había hecho, repitiendo todos mis hábitos a menor escala ya que ese año no pensaba exponer ejemplares, ese año que fue en el 2016 en mi jardín comencé a ver abejas, algún que otro pulgón en las rosas y en general los hongos no tenían mucha proliferación, pero algo importante observé, tenía una floración mucho mayor que la del año anterior, lo cual me sorprendió; ya en noviembre y diciembre tenia las primeras mariposas unas de alas amarillas hermosas, me entusiasmé aún más cuando encuentro un enorme sapo (esos XXL) debajo del jazmín que tiene alrededor de 20 años, y comencé a preguntarme que había hecho, y claro, como lo habrán deducido, no estaba utilizando tantos insecticidas ni fungicidas.
Empecé a leer un poco más sobre alternativas al cultivo, mi jardín era integro de rosas, y no hay otra planta que la acompañé, descubrí que la cama de caballo y el abono orgánico disminuía un poco la evaporación de agua en el suelo, lo cual en verano es importante y más en la zona donde vivo que los veranos son muy calurosos, no solo controla la evaporación de agua, sino que también protege la raíz del azote de calor, y a su vez la descomposición progresiva de ella aporta nutrientes para el rosal, he aquí por qué esa floración profusa de mis rosales (más allá de que haya aportado algo abono químico).
Leí por ahí una analogía entre el rosal y el cuerpo humano: “El rosal, bien alimentado, al igual que una alimentación sana en el hombre, permiten ejemplares sanos y más resistentes a enfermedades” evidentemente estaba haciendo efecto el abonado orgánico que había hecho en años anteriores y como su descomposición es lenta los resultados no los había visto sino hasta ese año, lo que aceleró esa descomposición y la mantuvo fue el agregado de nitrógeno que contenía el fertilizante lo cual en cierto modo fue favorable para las rosas ya que aportaba a la rosa de manera inmediata los nutrientes, mientras que en segundo plano la descomposición progresiva de la materia orgánica aportaba los micronutrientes necesarios.
Decidí desde ese entonces tratar de seguir manteniendo esa cama de abono orgánico, la cual se mantiene aún hoy día; la manera de mantenerla constante es agregando en invierno un poco de cama de caballo en todo el jardín, de abono de caballo, a lo que le sumo hoy día hojas caídas y pasto (al menos así lo hago yo y meda resultado). En cuanto a insectos decidí incorporar Piretrum, según amigos de la asociación eso ahuyentaba a las hormigas y pulgones, que en parte pude controlar, demás seguí aplicando los insecticidas y fungicidas sistémicos cada mes pero en menor concentración sobre el pie del rosal, pero solo hasta un mes antes de la exposición, luego de ésta, suspendí el suministro, con todo esto logre en el año 2017 tener un jardín lleno de mariposas, abejas, si bien había algún oidio y mancha negra en las hojas del rosal y algún que otro pulgón ya no me importaba porque el solo hecho de ver mariposas en el jardín compensaba todo lo demás, mis amigos sapos me ayudaban a controlar los insectos; ellos hacían su parte, y yo se los remuneraba tratando de mantenerles su hábitat prolifero de insectos; todo esto más el mulch (cama de caballo, etc) que gradúa la evaporación del agua del suelo y algo que no es menos importante: aporta gradualmente todos los elementos que necesita la planta ya sea macro nutrientes y micro nutrientes, cosa que no sucede con los fertilizantes NPK que generalmente no contienen micro elementos (hoy día algunos sí) por otra parte el agregado de fertilizantes no orgánicos contribuye acelerando la descomposición de ese mulch gracias al su contenido de nitrógeno. En ese proceso de descomposición también participan las más amadas, en ese mundo subterráneo que no vemos en el jardín pero muy necesario, nuestras queridas lombrices, ellas siempre laboriosas colaboran con su grano de arena (el humus de lombriz), personalmente no tengo lombricera ni compostera (y no porque no quiera, sino porque no tengo espacio), pero sin querer y como todo en la naturaleza no es por casualidad sino por causalidad, gracias a la conducta de mantener ese mulch en mi jardín empecé a tener más y más lombrices, las cuales se mantenían gracias a la humedad en el suelo y los nutrientes que les aportaba el medio, tal es así, que en cualquier parte de mi jardín donde cabe un pozo, se encuentran ellas, que son parte fundamental del abono que se genera.
Hasta ahora todo me funcionó de maravilla, pero me di cuenta de lo importante que es colaborar con el medio ambiente que esa idea primaria que tenía acerca del cultivo orgánico estaba equivocada, cada cosa, por pequeña que sea, por minúscula que hagamos es un grano de arena que ayuda a que nuestra tierra se recupere poco a poco, y siguiendo por ese camino en donde mejorar nuestros hábitos en el cultivo, tratando de disminuir el aplique de sustancia químicas e implementar el cultivo otras especies junto al rosal que disminuyan la aparición de ciertos insectos, promovemos la aparición de todo un ecosistema que nos ayuda a mantener un equilibro, es por eso que decidí avanzar, dar un paso más, y en una charla reciente a la cual asistí en donde se habló sobre plantas acompañantes, cuando vi esas imágenes comparando como eran algunos rosedales de antes, con algunos de los más modernos en donde se integraban otras especies junto con los rosales, me dije: “esto es lo que quiero yo, regresar a mi infancia, el jardín de mi abuela materna era así, lo recuerdo! rosas entre Ruda, no me olvides, y bocas de sapos entre cuantas otras más que no recuerdo, donde crecía todo en armonía, y continuamente todo en flor, en la casa de mis abuelos paternos, jardín y huerta juntos!” que hermosos recuerdos, esa charla tan amena fue el clic para decidir que ese tipo de jardín era lo que quería de aquí en más, en base a esa charla, empecé a cultivar “Glechoma”, “Salvia procurrens”, “Viola odorata” como cubre suelo a la cual le sumé “Vinca” con esto lo que busco lograr es disminuir aún más la evaporación del agua luego del riego, entre tanto verde un poco de color no viene nada mal, “Chrysanthemum frutescens” (margaritas amarillas y rosadas) desvían la atención mientras que el blanco “Senecio” le da un toque de luz; preparé almácigos de “Zinnia” enana, y de “Impatiens balsamina”, que también van a contribuir con ese fin, y planté Piretrum, Lavándula oficinalis y Lavanda dentata para ahuyentar hormigas y los pulgones, todo para crear ese hermoso recuerdo.
Si mis planes para este jardín tienen frutos habré logrado concretar mi sueño, por lo pronto tengo a dos familias de sapos jardineros, una en el jardín del fondo, otra en el jardín del frente que me ayudan en la ardua tarea de mantener mi jardín hermoso, ellos me entienden cuando les hablo (dirán que ya me he vuelto loco), pero esto es así, el mundo de las rosas, no es solo su mundo, nos lleva a esto, a entender que no es un cultivo aislado y que todo forma parte de todo, y que si alteramos algo por nuestra cuenta, si eliminamos determinado insecto de nuestro jardín, eso repercute en otro ser vivo.
Espero pronto contarles o invitarlos a ver mi jardín de niñez, en donde todo con todo estará en armonía, en donde las chicharras ya cantan en el verano y algún Sabiá se posa en el limonero a cantar y claro está en donde el aroma a rosas se mezcla con las gardenias y las mariposas revolotean mientras las obreras siguen su salto de flor en flor y los sapos se refrescan mientras ven caer las gotas del agua, su ducha matinal. ¡Hasta pronto!